La magia de las mujeres
Mi viaje a la India fue transcendental. No tenía muchas expectativas, dentro quería que fuera espiritual, pero viendo la agenda turística, perdí un poco la fe.
Eso es lo que pasa a veces, cuando paramos la búsqueda, justo es cuando sucede y generalmente se da mejor de lo que esperábamos, quizás porque eliminamos las expectativas, solo nos dejamos ser.
India te recibe con riqueza de culturas y religiones, es sorprendente ver a tantas personas viviendo su fe de una manera tan intensa y tan respetuosa.
Durante todo este tiempo no dejo de pensar en el día que visitamos El Templo de los Monos, su camino desde inicio hasta final, es una aventura. Te montas en un TukTuk por largos minutos, pasas por calles con cientos de vacas caminando libremente, tranquilas y una que otra adueñándose del camino con la sutil autoridad de parar el tránsito. También un montón de pavo reales, libres, hermosos, grandes, solo siendo en su hábitat.
Cuando llegas al templo hay más vacas y monos, con estos animales se mezcla la cultura y la religión; inmediatamente te conviertes en testigo de personas explorando no solo el lugar, pero su fe. Entras y todo es muy colorido, pero al mismo tiempo todo muy gris por el polvo, literalmente estas encerrada por montañas.
En la parte superior hay una especie de bañera gigante con peces, monos corriendo alrededor y muchas mujeres. Mujeres bañándose, sumergidas en esta agua sagrada y bendita, mujeres con ropa colorida, riéndose, ayudándose y con mucho frío. Hasta este momento, las Indias me habían parecido relativamente serias, pero en este lugar todas somos una, todas somos amigas. Bastó un namasté y una sonrisa para sentir el pecho tallado de amor. Creo que es la felicidad de otra persona lo que me hace sentir así. En este lugar le puse una imagen en movimiento a la palabra fe y a la continuidad de su palabra - felicidad.
Con estas mismas mujeres me volví a encontrar unas horas más tarde en otro templo y no fue la excepción, también me hicieron parte de ellas. Con su canto, que aunque no lo entendiera, sabía que me llamaban. Y es que creo fielmente que no se ocupa hablar la misma lengua, todos adentro tenemos esa comunicación, la humanidad entera hablamos el mismo idioma del amor.
Son estos momentos donde experimento una conexión mágica con la mujer. Verles vivir su fe y disfrutar su libertad, es un abrazo a mi corazón.